Los seres humanos somos seres sociales por naturaleza. Nos movemos en un entorno, en una cultura, en una sociedad y ámbitos concretos. Nos comunicamos unos con otros constantemente, de forma voluntaria o involuntaria. Es imposible desprendernos de esta cultura, al igual que es imposible permanecer impasible ante la comunicación con los demás. Es nuestra experiencia con el entorno, con esa cultura y con las personas y situaciones que nos encontramos la que va a ir creando en nuestra mente un modelo particular y único sobre cómo funciona el mundo, y en base a ese modelo nos comportaremos y actuaremos de una manera o de otra en ese mundo y en cada una de las experiencias que vivamos.
La comunicación entre las personas requiere de un procesamiento interno de la información (verbal y no verbal) aportada, que producirá cambios mentales en la persona con la cual nos estamos comunicando. Estos cambios pueden provocar, y de hecho muchas veces lo hacen, aprendizajes y modificaciones en el sistema nervioso central y en el modelo del mundo de la persona que recibe la información. Pocas veces somos realmente conscientes de cómo puede ser de importante la comunicación que estamos teniendo. Casi nadie le da la importancia precisa a la influencia que puede ejercer en la vida de otra persona con sus mensajes, con su lenguaje verbal y no verbal. Tod@s manipulamos mediante nuestra comunicación, ya que producimos cambios, ¿Cuánt@s realmente son conscientes de cómo están ejerciendo esa comunicación? ¿Sabemos utilizar nuestro lenguaje, nuestra voz y nuestro cuerpo para ayudar a quien tenemos enfrente? ¿sabemos si quiera cómo funcionan las emociones, la mente, los recuerdos o la imaginación, y cómo influyen en nuestro cuerpo? La respuesta a todas estas preguntas, es casi siempre negativa. Todos esos cambios mentales, además, afectarán a la conducta y a las respuestas neuroendocrinas, y por lo tanto a la salud.
La etapas del embarazo, el parto y el puerperio son etapas de transición importantísimas para el cambio vital más grande que se produce en la vida: el de la maternidad. Las personas que nos dedicamos al ámbito de la obstetricia, tenemos una responsabilidad enorme, ya que acompañamos a las mujeres en ese proceso, en cualquiera de sus fases, y en consecuencia nos comunicamos con ellas. Cuando nos comunicamos con una mujer embarazada, cuando hacemos una preparación al parto, cuando tenemos una consulta, cuando acompañamos un parto, o en una visita puerperal, estamos influyendo de una manera bestial en el modelo del mundo de esa persona: por el momento significativo en el que se encuentra, y por el papel como acompañantes y sanitarios que tenemos. Podemos estar formados en parámetros, cifras, estadísticas, estudios, farmacología, patología, cardiotocografía, prevención de riesgos y todo lo que queramos, pero nunca llegaremos a ser profesionales de calidad si no conocemos cómo funciona la mente humana, y como podemos con nuestra comunicación y nuestra presencia llegar a ejercer una influencia positiva en ese modelo del mundo.
Inevitablemente influiremos, porque nos comunicamos SIEMPRE, voluntaria o involuntariamente. Inevitablemente esa influencia ejercerá cambios en la otra persona. Inevitablemente esos cambios debidos a nuestra comunicación van a afectar subjetivamente y objetivamente (neurofisiológicamente) a la vivencia y el devenir del embarazo, el parto, y el puerperio. No se trata de ser empáticos, se trata de saber empatizar. No se trata de ser claros,
se trata de tener herramientas para que la persona que tenemos delante nos entienda. No se trata de querer ayudar, se trata de tener la capacidad y conocimientos precisos para poder, en cualquier circunstancia, y teniendo en cuenta la individualidad del ser humano que acompañamos, influir de manera positiva en el modelo del mundo para que este sea útil, para aumentar indudablemente las posibilidades de tener un proceso satisfactorio y saludable.
Nuestra responsabilidad es enorme. La influencia de nuestra comunicación también. Todas las personas deberíamos tener conocimientos sobre cómo funcionan nuestras emociones y nuestra comunicación con los demás, pero más si cabe, los profesionales sanitarios.
¿Por qué nadie nos ha enseñado lo importante que somos l@s profesionales de la salud como agentes de cambio? Se puede y se debe aprender a utilizar nuestro lenguaje, nuestro cuerpo y nuestra voz para ayudar.
Debemos aprender a manejar nuestra comunicación y cómo influye en los procesos mentales, porque si lo hacemos, estaremos mucho más cerca de la excelencia clínica, porque si lo hacemos, la herramienta más potente de la sociedad en el ámbito del nacimiento, seremos nosotr@s mism@s.