Puede que muchas personas se hagan esta pregunta, y aquí van algunos de los motivos:

1. La OMS (organización mundial de la salud) lleva años alertando sobre la necesidad de humanizar el proceso del nacimiento.

Si, desde la declaración de Fortaleza (1985) donde se comenzó a advertir acerca del peligro de la intervención de rutina, hasta 2018, cuando la OMS publicó las últimas recomendaciones sobre cuidados durante el parto para una experiencia positiva, los esfuerzos van encaminados a que durante la atención al parto se respete al máximo la fisiología del proceso, y que se promueva una atención respetuosa que evite las intervenciones innecesarias. Es coherente pensar que si tras 36 años la OMS sigue insistiendo en la humanización del nacimiento, es porque por desgracia la atención aún no es la que debería en la mayoría de lugares del mundo. Prueba de ello son las estadísticas que señalan claramente como el número de intervenciones (cesáreas, partos instrumentales, episiotomías, inducciones, uso de oxitocina sintética, etc) es mucho mayor que las recomendadas según los estudios y las revisiones que esta organización pone de manifiesto, superándose los límites que marca la evidencia casi cualquier parte del mundo. Es cierto que se ven brotes verdes en ciertos lugares, que se intenta fomentar la autonomía de la mujer, ofrecer ciertas alternativas y reducir la intervención, pero esto sucede a un ritmo demasiado lento en la mayoría de ocasiones, con una lucha constante entre el respeto que se le presupone a la mujer y el paternalismo de una atención médica basada en la patología.

Se observa, por tanto, que las recomendaciones como la consideración de fase activa de parto a partir de los 5 cm, la monitorización intermitente, la ingesta de líquidos y alimentos, la libre movilidad durante la dilatación y el expulsivo, o el pinzamiento tardío del cordón, no se siguen en una gran mayoría de hospitales.

Y es curioso, mientras en países como el mío (España), existen campañas desde el ministerio que luchan contra ciertas herramientas que consideran pseudociencias, algunas de las cuales muestran en diversos estudios su eficacia en contextos determinados y se utilizan en otros países como Reino Unido en el propio sistema público (por ejemplo la acupuntura o la hipnosis clínica), se sigue permitiendo, y por tanto favoreciendo en contextos públicos y privados la atención al parto normal fuera de toda evidencia científica y las recomendaciones de la OMS.

2. El resultado del parto es algo más que una madre y un bebé vivos.

El principal objetivo de la atención al nacimiento es que la mamá y el bebé estén sanos cuando termine el proceso, por supuesto. En eso se ha centrado toda la atención Obstétrica desde hace bastante años hasta ahora, reducir la morbimortalidad materno-fetal. Y lo cierto es que las muertes perinatales se han reducido notablemente,  en parte por los avances médicos que permiten prevenir e intervenir en caso necesario, en parte porque la calidad de vida en general, la nutrición, las condiciones higiénicas, han mejorado la salud en todos los ámbitos posibles. Sin embargo la salud va mucho más allá de estar vivos, la salud afecta a las tres dimensiones del ser humano, la biológica, la social, y la psicológica.

Ha llegado un momento en el que una atención excesivamente medicalizada no reduce la morbimortalidad materno infantil, el riesgo cero nunca existirá, y si bien se deben mantener todas las opciones para acompañar, observar y si fuese necesario intervenir, es el momento de que el proceso del nacimiento recupere el lugar que le corresponde, el lugar de la fisiología, acompañado por profesionales como las matronas y obstetras expertas en la fisiología del nacimiento, y con el apoyo de ginecolog@s respetuos@s con el proceso y hábiles en la intervención de la desviación de la normalidad (que l@s hay, y much@s).

Además, si valoramos la salud materno fetal tras el nacimiento, hay muchos factores que o se tienen poco en cuenta, o aún no se han estudiado lo suficiente, tales como los efectos de los tipos de partos en la salud sexual y en el suelo pélvico de las mujeres, los efectos del uso de oxitocina sintética rutinaria en los procesos psicológicos de la madre y el bebé, y en la vinculación entre est@s, las consecuencias de la vivencia subjetiva de un proceso vital tan importante e intenso como el parto en la mujer, o los efectos en el sistema inmunitario del bebé de una cesárea innecesaria al no impregnarse de la microbiota materna del canal del parto.

En definitiva, la salud en el parto va mucho más allá de una madre y un recién nacido vivos, todas las experiencias de la vida nos transforman, y nos modifican cognitiva y conductualmente, una vivencia tan intensa e importante como el parto, no imaginamos cuanto puede condicionar, por ello hay que cuidarla y permitir que la mujer se sienta empoderada durante el proceso.

3: Es necesario cambiar el miedo social al parto por la admiración

El ser humano es un ser modelador, es decir, crea modelos mentales sobre aquello que le rodea para poder razonar y comportarse en el mundo que le ha tocado vivir. Esos modelos se crean desde la propia experiencia y a partir de nuestra cultura. El modelo social actual sobre el nacimiento ha creado sus cimientos sobre el MIEDO, el miedo a lo que pueda pasar, el miedo que se le presupone a cualquier proceso patológico, el miedo que se lo otorga a aquello que pensamos que no depende de quien lo vive si no de quien lo atiende.

Sin embargo nos encontramos ante un proceso fisiológico para el cual el ser humano ha evolucionado durante millones de años, un milagro de la naturaleza que permite que de dos células que se unen pueda, tras aproximadamente 37-42 semanas nacer una persona desde el vientre materno hasta sus brazos. Meter el proceso del nacimiento en el mismo saco que el tratamiento de la patología, es convertir a la ciencia en una nueva religión, dando por hecho que no hay nada que el ser humano actual no pueda mejorar a través de medicamentos, aparatos, mediciones e instrumentos. Y sin embargo todos estos son sumamente útiles cuando se usan sin el miedo y la desconfianza hacia el cuerpo femenino y su proceso, ya que ahí sí, utilizados exclusivamente cuando son necesarios, salvan vidas.

El miedo es social, y por tanto nos afecta tanto a l@s profesionales que atendemos el nacimiento, como a las propias mujeres que paren. El miedo, como todas las emociones, tiene una función, en este caso de movernos en alguna dirección,  de prevenir, de actuar, de evitar lo que está sucediendo de un modo u otro con la desconfianza de quien sabe que algo puede salir mal. Sin embargo, la admiración nos permite observar lo que ocurre sabiendo que es un acontecimiento único, disfrutarlo, facilitar lo que sucede porque es algo irrepetible. Debemos aprender a admirar el proceso del nacimiento, debemos conseguir que las mujeres se admiren de lo que son capaces de lograr. Quizás así ellas consigan sentirse las protagonistas de su proceso y quienes acompañan privilegiad@s que observan y vigilan por si fuera necesario. Puede que de este modo el parto se convierta en un desafío y no una amenaza, permitiendo una búsqueda de recursos propios y una percepción de autoeficacia que permita que el proceso sea satisfactorio y empoderador. Puede que así no nos sintamos en la necesidad de “solucionar” el problema que supone parir. No será fácil, pero cuando consigamos que el nacimiento sea admirado y no temido estaremos mucho más cerca del parto respetado.

Para terminar, ojalá que la semana mundial del parto respetado no sea necesaria en un futuro próximo. Gracias a aquell@s profesinales, hospitales, organizaciones, asociaciones y mujeres y hombres que ponen su granito de arena para que esto sea así. Pero de momento, en demasiados lugares del mundo sigue siendo necesario recordar que el nacimiento es un proceso que sí, merece ser respetado.

Alejandro Ojeda Pérez